lunes, 18 de abril de 2011

El Espejo en el Espejo


Sobre la amplia superficie gris del cielo se deslizaba un patinador, cabeza abajo, con la bufanda de lana al viento. Podía hacerlo, pues el cielo estaba helado.

Con narices goteantes y bocas abiertas, la multitud contemplaba el espectáculo desde la tierra, señalaba hacia arriba y aplaudía a veces cuando el patinador realizaba un salto (naturalmente, al revés) especialmente difícil.

Patinaba describiendo arcos y lazadas, trazando una y otra vez las mismas figuras hasta que la huella de su carrera quedó grabada en el cielo. Entonces se vio que eran letras, un mensaje urgente quizás. Luego se alejó y desapareció a lo lejos detrás del horizonte.

La multitud miraba fijamente el cielo, pero nadie conocía el alfabeto, nadie podía descifrar lo escrito. Despacio desapareció la huella y el cielo volvió a ser una amplia superficie gris solamente.

La gente se fue a casa y olvidó pronto el incidente. Cada cual tiene, después de todo, sus propias preocupaciones y, además, quién sabe si el mensaje era realmente tan importante.

El espejo en el Espejo. Michael Ende

jueves, 14 de abril de 2011

Se busca
Nereida Perdida
De rasgos acuáticos
Más bien marinos.
De color azul
Como la Tierra
Vista desde lejos.
Ligera como quien flota
Pero con andares firmes
Siempre hacia el horizonte.
No hablará con nadie
Que no conozca el idioma
de los sueños.
Puede que esté herida
Debajo del manto, siempre húmedo
Que cubre sus manos.
Puede que en su caminar
Vaya dejando un leve rastro salado
Como si quisiera derretirse lentamente
y volver a formar parte del océano.

La he buscado por todos los mares
De mi cuerpo. Nadie la ha visto.
La he buscado en otros ojos.

Ni siquiera sé en qué momento la he perdido.
Fuimos de viaje y de repente ya no estaba.
Me falta su sosiego.
Me falta su capacidad de fluir entre las rocas.
Su valentía para salir de las profundidades
Y ayudar a los náufragos en el furioso oleaje.

Me falta su mirada en el espejo.

Y me asusta bajar hasta el subsuelo
Por si la encuentro
Nadando con las aguas subterráneas.
Por si la encuentro feliz entre las criaturas
Que han sido exiliadas de este mundo
Y no quiere volver, conmigo, a casa.




viernes, 8 de abril de 2011


Escudriñe hasta descubrir el móvil que le impele a escribir. Averigüe si ese móvil extiende sus raíces en lo más hondo de su alma. Y, procediendo a su propia confesión, inquiera y reconozca si tendría que morirse en cuanto ya no le fuere permitido escribir. Ante todo, esto: pregúntese en la hora más callada de la noche: "¿Debo yo escribir?". Vaya cavando y ahondado, en busca de una respuesta profunda. Y si es afirmativa, si usted puede ir al encuentro de tan seria pregunta con un "Si debo" firme y sencillo, entonces, conforme a esta necesidad, erija el edificio de su vida.

Rainer María Rilke